LA MUJER BAJO EL FRANQUISMO.
"El niño mirará al mundo, la niña mirará al hogar".
Así resumía la dictadura franquista el papel que el hombre y la mujer debían
desempeñar en la sociedad.
Durante la dictadura franquista la mujer estuvo en todo momento
bajo un segundo plano y no solo fueron fusiladas, encarceladas
y torturadas durante la dictadura, también sufrieron una represión
de género con el objetivo de imponer un modelo patriarcal y único de ser mujer.
La identidad femenina se construyó mediante los roles de género atribuidos social
y culturalmente a las mujeres en una sociedad patriarcal como la franquista.
El ideal femenino era el de la mujer sumisa, hija, esposa o madre, condenadas a la
domesticidad, al ámbito privado del hogar, a la familia y a las tareas de cuidados.
Si el conjunto de la población carecía de los derechos individuales y políticos propios de las
democracias, las mujeres mucho más aún. A partir de 1 de enero de 1939 se obligó a dar de
alta a las mujeres y a los hombres por separado. Las mujeres (pero no los hombres) debían declarar el nombre del cónyuge, su profesión, lugar de trabajo, salario recibido y número de hijos.
Es más, a finales de aquel año se prohibió a las mujeres inscribirse como obreras en las
oficinas de trabajo, salvo si eran cabezas de familia y las con su trabajo, estaban separadas,
su marido estaba incapacitado, o eran solteras.
La miseria de la posguerra se cebó especialmente con las mujeres. Por ejemplo, se produjo un
aumento significativo de la prostitución debido a la pobreza, fenómeno que se convirtió en
una válvula de escape para una sociedad moral y sexualmente opresiva, sometida a las
creencias de la Iglesia. El régimen puso en marcha instituciones de reclusión de las prostitutas
(Prisiones Especiales para Mujeres Caídas).
Carmen Polo de Franco creó el Patronato de Protección a la Mujer con el objetivo de
"Impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas bajo las enseñanzas de una religión católica".
El franquismo asumirá la ideología Nazi de niños, hogar, Iglesia (Kinder, Küche, Kirche) que tanto recordaba el ideario tradicional.
Su actitud antifeminista le hace ver a la mujer como un ser inferior espiritual e intelectualmente, que carecía de una dimensión social y política y que tenía una vocación inequívoca de ama de casa y madre. Es el reflejo de prejuicios antiguos de raíz católica, reforzados por corrientes europeas decimonónicas como el irracionalismo o por el nacionalismo conservador.
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